Poesías en busca de poetas
viernes, 7 de abril de 2023
jueves, 2 de marzo de 2023
domingo, 19 de febrero de 2023
Cuando el amor no mata
Cuando el amor no mata
Necesitaba urgente un cuerpo. El de Morris, tomando su café de la mañana fue el primero que encontró.
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Morris acostumbraba desayunar en el jardín durante el verano, ya que era el único espacio exterior al que podía salir sin que lo siguieran una docena de guardaespaldas. Corría 2575 y era uno de los cantantes favoritos de ese mundo globalizado y eufórico.
La disputa con Damaris, su novia desde hacía más de cinco años, lo había dejado en un estado melancólico durante días. Esa mañana no era diferente a las que vivía desde que ella se había marchado, sin embargo, se sintió diferente. Terminó su café, levantó su taza y se dirigió a la cocina donde Jorgelina, su mucama, se disponía a realizar los quehaceres del día.
-¿Pero qué hace mi señor? ¡Faltaría más!¿Desde cuándo usted se encarga de estos menesteres?-
Morris la miró desconcertado, no sólo por sus palabras, sino porque la acción había sido realizada sin pensarla, como si estuviera acostumbrado a hacerla.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por Joseph, uno de sus guardaespaldas.
-Señor, su entrevista de las nueve ha sido cancelada.-
-Ok- contestó Morris, sin darle mucha importancia, lo que sorprendió al musculoso guardián.
-Pero señor, era una entrevista importante para su carrera.-
-Entendido- dijo el famoso y subió a su habitación, no sin antes pasar por el baño de la planta baja.
La imagen en el espejo le devolvió una mirada que lo asustó. Oscura. En todo sentido.
Decidió ocupar su tiempo en la sala de armas, donde practicaba en ocasiones defensa personal con algunos de sus guardaespaldas. Ni bien entró al lugar, se dirigió a la pared donde colgaba, como trofeos, diferentes armas de otras épocas y también actuales. No sabía usarlas, sólo estaban allí para adornar la pared. Dudó entre una cimitarra, un alfanje y un coteau. Se decidió por la primera, que había comprado a un coleccionista en varios millones. La tomó y fue como si la hubiese usado toda la vida. Entabló una batalla con Jaime, su mayordomo, que no entendía mucho lo que pasaba. Durante casi tres horas se deleitaron en una contienda que los dejó exhaustos.
-No sabía que manejaba tan bien las armas señor.-
-Yo tampoco, dijo Morris y salió.
Bajaba las escaleras cuando sonó su teléfono. Sabia quien era aún antes de atender. Tal era la conexión que tenían. La voz de Damaris era dulce y segura.
-Necesito pasar a buscar algunas cosas. ¿A qué hora puedo hacerlo?-
-Cuando quieras- contestó cortante Morris.
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El cuerpo de aquel joven le pareció lo suficientemente fuerte para llevar a cabo su misión. El viaje desde Antrana había sido algo caótico. Le pareció gracioso ver algunos objetos que mil años después ya no existían, pero no quiso distraerse en nimiedades. Buscó en su mente artificial la imagen de su víctima y la retuvo un momento. Era el único dato que le había dado aquel extraño hombre que lo contactara. Sólo debía hacer su trabajo y volver a su mundo de artificios.
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El timbre lo sorprendió en la amplia sala, mientras miraba un documental sobre la pandemia que había azotado al mundo hacía 550 años y que había tenido como desenlace un nuevo orden mundial. Hizo un movimiento involuntario para levantarse a atender, pero Jorgelina ya estaba en la puerta.
-¡Mi querida Damaris! ¡Qué gusto verla!
-Igualmente Jorgelina. Sólo pasé a buscar algunas cosas.-
Morris se había quedado inmóvil, mirándola desde la sala. Su mirada era por momentos muy oscura y por otros tenía ese brillo propio de los enamorados.
Damaris se acercó y su perfume fue como un elixir para él.
Se resistía a pensar que aquella mujer que había llegado fuera su víctima. Buscó en su memoria nuevamente la imagen. Era ella. La vio acercarse. Su caminar felino lo cautivó. Su perfume al saludar al cuerpo aún más. Intentó salir de él, su cerebro le indicaba peligro. Fue imposible. Su alma, humana, había logrado conectarse con el cuerpo y con aquella joven a quien debía eliminar.
En milésimas de segundos pasaron por su mente todas las opciones. Se decidió por una. Sería la primera vez que no cumpliría su misión.
Sandra Patricia Galarza
martes, 31 de enero de 2023
Prematuro amanecer
prematuro amanecer
un coro de silencios
lacera mis oídos
y se sumerge en la espesura
de un anochecido instante
la risa cae en las entrañas
de un largo quejido
carroñeros los ruidos narcisistas
llora un pájaro obsidiano
me susurra despedidas
por la ventana
como un vapor
que huele a tu café
martes, 24 de enero de 2023
El botón rojo
El botón rojo
Metí la llave en la cerradura sigilosamente tratando de no despertar a mis vecinos. El silencio me aturdida. Crucé la sala y fui directamente al baño. Necesitaba una ducha urgente. Me fui despojando de cada una de mis prendas como si fuera un ritual que me condujera hacia la libertad. Tardé en ducharme más de lo habitual. Salí del baño, prendí el lavarropas y me dirigí a mi habitación . Mis pensamientos, que no eran claros, chocaron de repente con el saco de Mario colgado en el perchero. El timbre me sobresaltó. Abrí la puerta. Sabía con quién me iba a encontrar.
- Buenas noches.
- ¿La Señora Gomez? Preguntó un oficial acompañado por dos más.
- Si. Contesté en un susurro apenas.
-Lamentamos comunicarle que se ha encontrado un cuerpo cerca del río. No encontramos su billetera por lo que deducimos que fue un robo. Pero en este pueblo nos conocemos todos. Por eso estamos aquí. Tendrá que ir a reconocer el cuerpo. Creemos que es su marido.
- Mis recuerdos de ese momento no son claros. No sé cómo terminé de vestirme y salí escoltada del oficial y sus dos ayudantes. El llanto empañaba mi vista. Volví a recorrer ese camino que hacíamos casi todos los días con Mario a la salida de nuestros trabajos. La llegada al lugar me devolvió a la realidad. Allí, tirado casi en la vera del camino que conducía al río, un cuerpo. En el cielo, la luna cómplice, se escondía entre las nubes. Me arrodillé y tomé su mano que estaba cerrada. Allí estaba. Un botón rojo. El botón de la camisa que había dejado lavando. Lo tomé disimuladamente y me levanté. Llegué a casa Me hice un té y mascullé entre dientes: -La soledad es la máxima expresión de libertad.
lunes, 16 de enero de 2023
Quiénes
Somos
paradojas extraviadas
en la jungla de la indiferencia
rebeldía
poder
guerra
paz
desamor
Somos amor
entrañas desgajadas
en letras de utopías
Somos
el llanto de una risa
perdida en la metáfora
de un deseo
Somos éstos
esos
. aquellos
nosotros
los otros
Somos poetas
robándole a algún dios
un verso.
lunes, 9 de enero de 2023
sobre murientes
sobre murientes
por la avenida de las masacres
desfila el miedo
con su uniforme de linfa
ejércitos de pájaros de muerte
en rito sobrevuelan
SOBREMUEREN
niños huérfanos
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El botón rojo Metí la llave en la cerradura sigilosamente tratando de no despertar a mis vecinos. E...
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prematuro amanecer un coro de silencios lacera mis oídos y se sumerge en la espesura de un anocheci...